martes, 23 de febrero de 2010

Ancardacia

Cada vez que miro tu ancardacia siento esa extraña e incomprensible sensación de tartaricia, que me hace recordar a unos bollos que cocinaba mi abuela cuando era pequeño. Se me queda en la mente el sabor de la vainilla y la canela. ¿Quién lo diría? Teniendo en cuenta de que hablamos de tu ancardacia.

Desde hace años me fijo en ella, no es que sea lo único que me gusta de ti, o lo único que merece mención de tu todo tu cuerpo. Sin embargo, debo ser honesto y reconocer que tiene algo de claritincia y un poco de fristencia.

La mueves con la ligereza que te caracteriza, y sin duda, con una disimulada pristrigencia. En el aire dejas restos invisibles de su aroma y de su movimiento, como si fuera polvo de estrellas que acaban por envolverte y te elevan diez centímetros sobre el suelo. Bailas entre partículas brillantes que rodean tu cuerpo como si tuvieran vida propia y me transportan a un mundo sólo lleno de tu ancardacia. Blanca y dorada. Particularmente trustentílica.

Respiro profundamente y deseo que me invadas con cada molécula que dejas volar.

Si pudiera elegir, me quedaría siempre con tu ancardacia.

2 comentarios:

Sr. Miyagi dijo...

"Son tus perjumenes mujer,
los que me sulibeyan,
los que me sulibeyan,
son tus perjumenes mujer

Tus ojos son de colibrí,
ay como me aleteeeeeyaaaannnnn..
ay como me aleteeeeeeeyaaaaaannnnn..
tus ojos de colibrí.


Son tus perjumenes mujer,
los que me sulibeyan,
los que me sulibeyan,
son tus perjumenes mujer

Tus labios pétalos en flor,
como me soripeyan,
como me soripeyan,
tus labios pétalos en flor."

Buen texto, Pons. Dadaísta y hermoso.

reciklaje dijo...

¡sun chorrercio!