Sabina quería a Tomás. Teresa también.
El hecho de que Tomás las quisiera podría ser relevante, pero en realidad no lo es.
Sabina se desnuda ante el espejo con un sombrero. Teresa adoraba a su perro.
Sabina fue envejeciendo, pero jamás perdió a Tomás de vista. Teresa alguna vez le pidió que se fuera.
En cualquier caso, no sé cuál de las dos me parece mejor. Quizá sería mejor no planteárselo. Es probable que sean las dos caras de la misma moneda.
Esta noche no me aguanto. Mira que lo he intentado. Sin embargo, sólo tengo ganas de rebotar contra las paredes y explotar un rato, a ver si acabo con la rabia. No es que haya pasado nada, pero todos tenemos nuestros momentos. O eso creo. Me repito. Me reboto. Me desinflo.
Teresa era igual. Hizo las maletas, y enferma de gripe, se presenta en casa de Tomás y sus vidas quedaron unidas para siempre (iba a decir atadas, pero es tan triste el verbo atar). Reventó la vida de Tomás tal y como la había conocido. No más mujeres, no más aventuras. Sólo quedó la pequeña Sabina.
Sabina, que llevaba el recuerdo de su abuelo en la cabeza cuando fornicaba con Tomás. Pero estoy convencida de que esa pobre diablesa estaba perdidamente enamorada del ingenuo Tomás, que la veía como el último reducto de la vida que Teresa le había robado.
¿Teresa o Sabina? Si es que no me aguanto. ¿Qué soy Sabina o Teresa? (La cantidad de tacos que se me pasan por la cabeza, y por no estropearlo todo).
Imagino que Sabina también se hubiera vuelto "noica" después de estar viviendo, con-viviendo, con Tomás. Por noica me refiero a Teresa, pero supongo que ya lo habréis imaginado. Y si Teresa hubiera tenido la posibilidad de borrar todos los contactos de Tomás de su vida, seguramente hubiera sido una mejor Sabina.
El caso es que sería interesante poder reconciliar esas dos partes. La noica independiente, sexualmente activa, con trabajo interesante y vida plena. Sombrero y ligueros incluidos (ah, y espejo de cuerpo entero), con la noica desesperada, enamorada, dependiente, oscura, malcriada, con trabajo interesante y vida miserable.
Vida miserable. Sobre todo la de Teresa, claro. Sobre todo cuando se le murió el perro. No cuando estalló la guerra, porque se sintió viva tras la cámara (¿veis?, trabajo interesante), cuando se le murió el perro. Desdichada Teresa.
Sabina lo disimula todo mejor. Como la Marquesa de Merteuil, que presumía de clavarse tenedores bajo la mesa. Sabina se tragó el amor de Tomás por Teresa. Seguro que sus noches también eran eternas. Moradas y eternas. Infeliz Sabina.
A ver si me pasa algo de verdad y vomito toda esta mierda. Ganas no me faltan.
2 comentarios:
Uauh. Ya entiendo lo del imsomnio, Can Can. Me has hecho lamentar haber visto la jodida peli sin habérme leído todavía el libro. Sí, ya lo sé, cómo he podido. Pero ahora, cuando lo lea, después de leerte a tí, miraré de una manera muy especial a Sabina y a Teresa.
estas tardando en leerte el libro, hernando, puede que sea uno de esos libros que forman parte de mi vida.
La pelicula no pude terminarla...
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