Los afectos no cambian, no con el tiempo o la distancia, pero sí cambia tu reflejo en el espejo. Cambia la forma en que te miras por la mañana y la manera en que te ves al acabar ese mismo día. No importa si eterno o fugaz.
Esta mañana me he visto fuera de lugar, esta noche me veo tozuda y malcriada.
Así que, he guardado en un cajón eso de las puntas de nuestros dedos rozándose casi sin darnos cuenta. Ahora estoy convencida que las puntas de mis dedos no sentían lo mismo que la punta de tus dedos. Y es que si lo piensas hasta suena cursi.
¿Tú te hablas al espejo? Yo hasta me regaño. Hace tiempo que no lloro, así que es posible que no lo haya hecho en un tiempo.
Acabo de recordar que lloré anoche. Unas lágrimas de nada antes de tomarme tres cervezas, ponerme el ipod y salir en busca de la cena al son de la música. Me sentí mucho mejor. Pero no me regañé, eso sí es verdad.
Fingertips... si es que es normal que se quedara en borrador. No se puede ser más hortera...
Yo no soy Neruda para ir escribiendo canciones desesperadas, ni Benedetti se atrevía a tanto, solía pedir paciencia para llevar a cabo sus estrategias.
Me siento algo perdida, pero es parte de los cambios. Ahora los espejos no son los que usaba hace un mes y ya se sabe que son unos embaucadores -que se lo digan a la madrastra de Blancanieves, que no era tan malvada, el espejo le había comido el coco-. Y debo reconocer que desde que me ha crecido un poco más el pelo me veo más mona...
Estoy un poco enfadada contigo -no el de las puntas de los dedos- contigo, que me andas jugando al ratón y al gato... Y no tengo muy claro quién juega cada papel en esta historia. Me confundes tanto que me mareas. Y no me gusta mi reflejo mareada. Para colmo, acabo andando por la casa despistada, sin saber si voy al dormitorio o a la cocina.
El salón me queda en medio y eso siempre ayuda.
Esta entrada se iba a llamar reflejos... pero me encontré con tus dedos.
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