lunes, 1 de junio de 2009

Sólo cuatro dedos


Anoche acabé por fin el relato de un antiguo comerciante egipcio, al que le fascinaba el arte, en cualquier de sus formas. Este relato me ha llevado mucho tiempo y no he quedado satisfecho con el desenlace. Suele pasar.

Me encantaría decir que esta mañana me siento más descansado y que soy capaz de fijar mi mirada en cada página, buscando posibles y armoniosas correcciones. Pero es imposible. Tengo metida en la cabeza una imagen. Un trozo de pie con cuatro dedos.

¿Cómo voy a conseguir casar en la historia ese pie de cuatro dedos? ¿Cómo? No tiene ningún sentido. ¿Cuatro dedos? Reviso la historia e introducir un elemento como éste derrumbaría todo el sentido que tiene el relato -aunque sea poco-... ¿Cómo?

Voy al baño, me refresco la cara. Preparó té. Enciendo la tele.

Procrastino.

Han pasado veinte minutos y aún no consigo borrar esa imagen de mi cabeza. De hecho, ahora es un pie colosal. Sólo con cuatro dedos. ¿De dónde ha salido este pie?

Empiezo a caminar escaleras arriba, escaleras abajo. Juego con el perro. Leo algo. Sesteo.

Procrastino.

Googleo. Tueris era una estatua griega con cuatro dedos. Aunque Tueris es su nombre griego. ¿Por qué sólo su pie?

Vuelvo a abrir el archivo del relato. ¿Qué hago? ¿En que capítulo? No puedo. No tiene sentido. Esto no tiene sentido.

¿Té? ¿Más té?

Mi comerciante vendía escudos que su familia creaba en su propio taller. Iba de pueblo en pueblo promocionando sus productos, intentando siempre tener tiempo para pasar por talleres artesanos, y comprar alguna pieza.

¿Por qué construirían la estatua sólo con cuatro dedos?

¿Y si dijéramos que el comerciante llegó a un pequeño pueblo costero donde se encontraba dicha estatua y tras una hecatombe, ésta fuera destruida, y sólo quedó el pie con cuatro dedos? Sería, quizá, como una de esas historias secundarias de Los Simpsons... no me termina de gustar. Algo habrá que hacer.

¿Y si dentro de la estatua viviera un inmortal tejedor y nuestro protagonista formara parte de una intrincada trama de conspiraciones futuras? Imposible. Demasiado rebuscado.

Quizás podríamos hacer que la montaña fuera a Mahoma. ¿Y si diésemos un vuelco a la historia, y añadiésemos un punto fantástico en el que la estatua llega al encuentro de nuestro comerciante? Acabo de recordar la escena final de Cazafantasmas. Y eso no es lo que quiero para mi relato.

¿Y si lo dejara todo como está? No, esta imagen debe servir para algo.

Quizá esta sea la maldición del escritor. Nunca estar contento con lo que se escribe y no saber nunca cómo acabar algo que en realidad nació muerto.

Yo casi me rindo esta noche.

Lo siento.






7 comentarios:

Lunática dijo...

La idea de la elucubración del escritor mientras compone su relato me parece muy sugerente.
Saludos.

El Ángel... dijo...

Sorprendido, hasta el final esperé el relato sin comprender que el relato era ese. Si ese era el efecto buscado, en lo que a mí respecta lo has conseguido.

Un saludo.

Antonio Vega dijo...

Buen relato metaliterario. Muy imaginativo, ágil y fressco. Y el final, muy valiente.

Raúl dijo...

hay historias que no quieren ser paridas del todo. Esta semana me pasó a mi con un relato. Al final, me decidí por el aborto.

reciklaje dijo...

huele a pies

spulzeer dijo...

apesta a pies...
este relato a mi me parece terrible, no lo niego

Nûr dijo...

Siempre me gustó la metaliteratura. Eso y lo de crear un universo virtual donde las cosas estén entelazadas me flipa. Por eso me tiene enganchada Stephen King (que es el cielo y el infierno, o lo que es lo mismo néctar y basura) En cualquier caso tiene la virtud de crear un universo propio en el que los relatos pueden ser leídos de manera independiente, pero en el que sólo adquieres una idea total si lo lees TODO. Además -y es lo mejor- no es evidente. El otro día encontré la explicación a una parte de la Torre Oscura en Insomnia. En fin, yo que nunca supe escribir dos palabras seguidas me maravillo de los que tienen el don. Sigue así, guapa!