Los sentimientos son tiranos que no quieren dejarnos vivir.
Los sentimientos son dictadores de nuestros actos y nuestros pasos.
Así que he decidido iniciar una revolución. Una pequeña, para que luego crezca a gran escala. No voy a hacerle caso a mis emociones. Haré caso omiso al tirano. Tampoco haré justo lo contrario, porque no quiero que se me acuse de infantil e inmadura. Justificaré mis actos desde la lucha. Y pondré en manos de mi raciocinio la capacidad de actuar, decidir y salvarme.
Cuando alguien quiera unirse a esta guerra revolucionaria, a esta milicia de la mente en contra de la tiranía de izquierdas de mi corazón, sólo tiene que ponerse en marcha, así es como funcionan las revoluciones de bajo presupuesto.
Admito que está abocada al fracaso, pero no pasa nada. Las guerras son largas y sólo se pierden batallas.
Algunas llevo ganadas.
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